miércoles, 22 de octubre de 2014

SEMEJANTE A UN GORRIONCITO PELÓN

Levantamos al viejo con la ayuda de una grúa que nos proporcionaron las monjas del Asilo, produce escalofríos verle ahí, suspendido en el aire, colgando de las correas de cuero que le sostienen a la altura de las piernas y el tórax. Mientras le transportamos permanece callado, con ojos de susto, sin atreverse a decir esta boca es mía por lo que pueda pasar, semejante a un gorrioncito pelón pillado por la punta de las plumas, que no pía, que no respira, que espera con humildad que le depositen sobre una caja de cartón para seguir picoteando alpiste y tomando algún sorbito de agua tibia.

 Ya instalado en su anatómico y cómodo sillón, la hija pequeña le afeita con sumo cuidado, dedicándole dulces palabras de cariño que le mantienen tranquilo y le provocan una especie de cosquilleo agradable, lo preciso para que no se queje demasiado y obedezca las nstrucciones que la mujer le va dando, "sopla para apagar las velas papá...", para que infle los carrillos y le sea más facil pasar la cuchilla por su flácida piel, "esconde los labios, mételos hacia dentro...", cuando le toca afeitar la zona del bigote, y así sucesivamente recorriendo toda su cara y valiéndose de estos trucos para facilitarse la tarea.

Después limpia los restos de espuma y le da un masaje facial con una loción suave y de contrastada calidad, es necesario ser muy cuidadosos con su muy delicada y fina y blanca piel. Mientras palmea sus mejillas con amorosos cachetes, le mima y le arrulla como a un niño pequeño: "Pero que guapo y que lindo ha quedado mi papi, es que me dan ganas de comérmelo, pero papi, es que no puedo aguantarme, es que me pasaría las horas dándote besitos en esta carita tan bonita", esto le va diciendo al tiempo que lo llena de sonoros besos mientras el viejo se deja querer y cierra los ojos disfrutando del momento.

Portabilidad en orange

Sí, he vuelto y sigo viva. Han sido dos meses de ausencia con fugaces visitas. Pero ahora ya estoy aquí, con mis historias, mis Portabilidad orange de tarro y mis tonterías. A ver si ahora puedo escribir más asiduamente.

Volvamos la vista atrás, digamos, hasta el día en que me despedí con unas líneas. Hice la mudanza con la inestimable ayuda de mis compañeras de curro (Portabilidad orange, Paca, sois geniales). Mi nueva casa es preciosa, me encanta. Mi cuarto es pequeñito pero me llega. Vivo con tres chicas, dos de ellas de mi edad. La convivencia siempre es difícil, pero parece que nos entendemos. Siempre hay una sonrisa acompañada de unos “buenos días” o un “qué bueno que llegaste”. Y nunca falta un abrazo cuando lo necesitas. Digamos que me basta y me sobra con eso. Me siento bien, me siento en casa.


El trabajo ahí sigue. La semana que viene se me acaba el contrato. Veremos si me renuevan o si tengo que buscarme algo nuevo. Cada vez quedamos menos del grupo que en un principio formábamos, pero ahí seguimos resistiendo algunas. Dentro de poco también lo dejará la que ha sido uno de mis más fuertes pilares desde que vine a Málaga. La añoraré mucho, pero espero que sólo se vaya de la empresa, no de mi vida. ¿Quién vendrá ahora del descanso a mi sitio aqui “cerditas!!!”? Han sido tantas historias, tantas anécdotas... Ya no podremos volver a poner en el Punto aquel cartel de “Veinteañeras. Síguenos”, provocando el escándalo por la autovía y siendo seguidas y observadas. Pero esas historias quedarán en mi memoria como las que salvaron un verano que podía haber sido un pozo sin fondo. A ella y a todas las demás le agradezco cada una de las historias y las risas que hemos compartido. Porque de las demás no me olvido, es imposible. ¿Cómo olvidarme de la Verdugo, con nuestras escapadas nocturnas, nuestros chupitos en el “Urbano”, nuestras charlas y su “Retoños!”? Pronto iré a visitarla. ¿Y Almu? Aún el eco de su risa permanece en mis oídos. A la Chani aún la veo, aún me río con ella, aunque ya no trabaje con nosotras. Otras no lo dejaron, sólo cambiaron de turno. Es una pena, aunque aún nos vemos de vez en cuando. Todas ellas han sido mi alegría y mi vía de escape. Así que para ellas todo mi cariño.


Estuve en Madrid un fin de semana. Venían mis papis japoneses. Lo pasé genial. Llevaba un año sin verlos y a saber cuándo volvemos a encontrarnos. Les encantó España, así que a ver si hay suerte y pronto nos hacen otra visitilla. Practiqué mi japonés y hablé por teléfono con mi sobrinilla japonesa de 4 añitos, A- chan, una monada de niña.